sábado, 3 de noviembre de 2012

Minicuentos 45





El profesional del suicidio                                                                                  
Miguel Garrido Pérez
El joven Ernesto, empuñando una pistola, se presentó en casa del hombre que le había arruinado: "No voy a matarle, don Braulio", dijo, "sino a suicidarme ante usted. Caiga mi sangre sobre su conciencia y lo que es peor, sobre su magnífica alfombra persa".
Don Braulio le disuadió: buenos consejos y una sugerencia: "Si desea quitarse la vida, ¿por qué no lo hace en casa del odioso Cortés?". Y le convenció con un cheque generoso. "Aunque no le conozca, la prensa buscará razones y arruinaremos su carrera". Pero el odioso Cortés le contrató para suicidarse en casa del pérfido Suárez, este le pagó para hacerlo en la de su enemigo Ramírez, y así sucesivamente. Ernesto se retiró veinte suicidios después. "La bondad de los hombres me ha salvado", solía decir.

El violinista y el verdugo
Fernando Ayala Poveda
Cansado del cielo, Jacob abandonó su castillo y regresó a la tierra. A medianoche penetró en la recámara del sargento Ordax, lo despertó con un golpe de sombra y le dijo:
¿Ya no me recuerda?
No - le respondió el verdugo -. ¿Qué desea de mí?
Recuerde -dijo Jacob con vehemencia-, yo soy el hombre que usted asesinó en el conservatorio de música de Miraflores, en la noche de los coroneles.
No quiero hablar de cuestiones políticas.
Yo era músico, ¿sabe usted? En la noche de mi muerte, daba mi primer concierto. Me preparé durante treinta años para esa gran noche.
Lo que fue ya pasó -dijo el verdugo implacable-. El mundo no ha perdido nada sin su música. Fíjese: todo sigue en su mismo lugar. ¿Por qué se lamenta?
Por mi violín. Usted lo guarda debajo de su cama. Quisiera volver a tocarlo.
Puede tocarlo si quiere. Pero después saldrá inmediatamente de aquí. Tengo que madrugar.
Jacob tomó el violín, lo acarició con amor y el mundo se llenó de música.
Al principio, el verdugo escuchó aquel concierto con mirada cejijunta, pero más tarde, su rostro se transformó. Luego se levantó de su camastro y se aproximó a la ventana. A través de las rejas de hierro contempló la luna de octubre, y entonces comenzó a silbar una balada feliz, que le evocaba los caballos y las mariposas de su niñez.
Cuando Jacob dejó de tocar el violín, el verdugo le dijo:
Su música es bella, muy bella, y saludable. Ahora usted debe irse. Ya ha cumplido su deseo. No es bueno que dos sombras hablen en la oscuridad.
Jacob se marchó al cielo con una tremenda nostalgia por los hombres y por su violín.
Un año después, el sargento Ordax, discretamente, concluyó su primer curso de música en el conservatorio de Miraflores, y desde entonces eligió el violín como el instrumento de su destino.



El combate                                                                                                                     
Harold Kremer
Fue en la guerra de los Mil Días. Raúl Sánchez, con una bala en el estómago, caminó durante tres días y tres noches. Se arrastró por montes y selvas hasta llegar a Buga. Entró a su casa, besó a su madre, a sus hermanas y se desmayó. A los dos días despertó. Vio a sus compañeros de guerra y preguntó por su madre y sus hermanas. Nadie le respondió. Preguntó por qué estaba allí en el campo de batalla. Le respondieron la verdad: iba a morir. Le dieron un calmante y volvió a dormir. Al despertar se encontró en su casa. Preguntó por sus compañeros. "Cuando ibas a partir a la guerra caíste enfermo", le dijo su madre. Raúl cerró los ojos y murió.


Una anciana que cae
Danill Harms
Una anciana demasiado curiosa cayó desde una ventana y se rompió los huesos. Otra anciana se asomó a la ventana a mirar a la anciana caída, pero por exceso de curiosidad también cayó y se rompió los huesos.
Después cayó una tercera anciana, luego la cuarta y la quinta. Cuando cayó la sexta anciana, me cansé de mirar y me fui a la feria, donde, según decían, a un ciego le habían regalado un paño tejido.


Encuentro con el diablo
Tradición Sufí
Cierto hombre devoto, convencido de que era un sincero buscador de la Verdad, se sometió a un largo curso de disciplina y estudio.
Tuvo muchas experiencias con varios maestros, tanto en su vida interna como externa, por un periodo considerable de tiempo.
Un día meditando, vio de pronto al diablo sentado a su lado.
Aléjate, demonio - gritó -, tú no tienes ningún poder para dañarme, pues yo estoy siguiendo el Camino de los Elegidos.
La aparición se esfumó.
Un verdadero sabio que pasaba por allí, le dijo con tristeza:
¡Ay, amigo! Has puesto tus esfuerzos sobre bases tan inseguras como tu miedo inalterado, tu avaricia y tu autoestima, y has llegado a tu última experiencia posible.
¿Y por qué? - preguntó el buscador.
Ese diablo es en realidad un ángel. Diablo es como tú lo has visto.