sábado, 23 de marzo de 2013

Ensayo, error, éxito

Laguna Libros, una editorial independiente de Bogotá con el valor de realizar proyectos arriesgados, libros hechos con esmero y cuidado

Laguna Libros ha ido ganando posicionamiento como editorial exitosa, la muestra, Memoria por correspondencia./elespectador.com
“Queremos hacer una editorial de libros de arte”.
“¿Por qué? ¿Ya hicieron cuentas, ya echaron números?”.
Poquito a poco y muy lentamente, como dice la canción. El principio de todo fue un tiempo de consultas, de recibir consejos e ir transitando por un terreno que puede revelarse indómito y hasta salvaje. “Las editoriales de interés general son complicadas”, les dijo alguien. Eso fue en 2007.
En general, las editoriales son un asunto complicado, un negocio con un alto contenido de incertidumbre, en el que fallar es una situación común y, a veces, letal.
Hacer libros puede resultar una empresa ligeramente suicida, si se quiere. Algunos de los primeros productos de Laguna Libros ciertamente fueron arriesgados; los primeros y otros tantos también.
No experimentales, aunque sí experimentan. Osados. Libros que, en su esencia, son diferentes: varias recopilaciones de dibujos, un set de cartas con fotografías con las que se puede hacer un juego de memoria, títulos como Barranquilla 2132 o Viajes interplanetarios en zepelines que tendrán lugar el año 2009. “Lucas Ospina escribe, critica y enseña pero dibuja”, la descripción de un autor en la solapa.
Para 2010 Laguna se retiró de los servicios editoriales, una línea de negocios casi obligada para muchas empresas independientes de este ramo. Primer salto al vacío: vivir de los libros.
Ese mismo año, la empresa llegó por primera vez a la Feria del Libro de Bogotá. Un local de 20 metros cuadrados, cuatro títulos nuevos y una lista de deudas. “Ustedes hasta hoy hacían libros; ahora son una editorial”, les dijeron.
Inolvidable Botero: antología de textos sobre Fernando Botero y su obra desde 1949, uno de los estrenos que prometía. Escritos sobre uno de los artistas más reconocidos, y criticados, del país. El primer libro de la editorial en tener un tiraje de mil ejemplares, segundo salto al vacío.
“El libro no se vendió. Es una cuestión matemática, pues está en la mitad exacta de dos públicos: a quienes les gusta el arte puede que no les guste Botero o que hallen el libro muy ligero y a quienes les gusta Botero puede que no les guste tanto leer sobre Botero”. Felipe González, uno de los tres fundadores de la editorial, cuenta la historia entre risas. Claro, un fracaso, pero una apuesta, válida incluso. En el mundo del best-seller y los grandes conglomerados, esto puede ser casi un acto heroico.
Seis meses después de la feria, con las bodegas aún parcialmente llenas, Laguna comenzó a publicar una línea editorial de literatura, un paso que González siempre había considerado, que lo tentaba desde hacía algún tiempo.
Paralelo a esto, la editorial comenzó a nutrir lentamente una relación con los libreros que ha probado ser fundamental, una red de contactos entre aliados naturales.
“Acá hay un señor de una fundación española que quiere una cotización”, dijo la voz al otro lado del auricular. González iba de salida de su oficina, atascado en reuniones, retrasado; un mal día. Una conversación breve y una cita, de media hora, planeada para el viernes siguiente.
El viernes llegó y apenas hicieron falta 10 minutos para que González cancelara sus reuniones para el resto del día. Camilo Otero, de la Fundación Arte Vivo Otero Herrera, le ofreció a González publicar la correspondencia entre Emma Reyes y Germán Arciniegas, un proyecto editorial que llevaba varios años dormido en un cajón de escritorio.
La primera persona que leyó el libro, Memoria por correspondencia, fue el dueño de la oficina en donde funciona Laguna, un día que pasó por el lugar. Se llevó un ejemplar. Lo leyó esa noche. Volvió al día siguiente y se llevó cinco más. Un buen augurio.
En seis meses, González salió de la mitad de la primera edición del título. Para septiembre del año pasado, la prensa comenzó a hablar del libro. Una reseña en Semana y tres columnas en El Espectador. En dos semanas más se vendió la otra mitad del tiraje.
En octubre salió la segunda edición, con 2.000 ejemplares. Antes de esto, la editorial recibía al menos cinco llamadas diarias preguntando dónde se podían conseguir más ejemplares. Los libreros, entre furiosos y angustiados, marcaban a Laguna para contarles de los clientes que llegaban a pedir el libro.
Entre octubre del año pasado y principios de 2013, el libro fue editado por tercera vez y reimpreso cinco más. El volumen se ha convertido en una sensación editorial y uno de los títulos más leídos de los últimos años. Un tesoro improbable.
Seis años después de su fundación, Laguna Libros ha editado 17 títulos y anuncia siete más para la feria de este año; uno de estos es una novela ilustrada con acuarelas. “Bueno, ahora sí nos tocó crecer”. González lo dice con emoción. La adrenalina de saber que se están haciendo cosas nuevas, quizá.