viernes, 29 de agosto de 2014

Diez escritos cortos y no tan conocidos de Julio Cortázar, cien años después de su nacimiento


Queremos tanto a Julio
Diez escritos para disfrutar y recordar el mágico talento de este argentino que nació en Bélgica y murió en París, pero que pertenece a la literatura y vuelve a nacer con cada lectura
 
Julio Cortázar, dando de comer a Adorno, su gato./pulzo.com
Sus padres, María Herminia Descotte y Julio José Cortázar, eran argentinos, pero tuvieron que viajar a Europa por el trabajo del padre. Regresaron a Buenos Aires en 1918, de acuerdo con la biografía que publica el Ministerio de Educación de Argentina.

Cortázar viajó a París en 1951 para hacer efectiva una beca que obtuvo del gobierno francés, aunque se presume que huía de la dictadura de Perón. El texto biográfico informa que en esa ciudad murió, el 12 de febrero de 1984, por una leucemia, pero su amiga Cristina Peri Rossi señala que la causa real del fallecimiento fue sida.
El libro más popular de Cortázar es Rayuela, aunque también es famoso por sus cuentos y un poco menos por sus poemas. Sin embargo, la obra del escritor es extensa y tiene escritos de todo tipo: cartas, ensayos, pensamientos al azar, microrrelatos y otra serie de textos que no parecen encajar en algún tipo de literatura específica.
Hay dos libros en particular de la biblioteca de Cortázar que no son tan conocidos y tienen muchos escritos de diferente clase: La vuelta al día en ochenta mundos y Último round. Lo variopinto y extraño de estos libros, que están hechos a la manera de folletos informativos y en los que se ve la creatividad y la tendencia del argentino a evitar el tradicionalismo, hace que, para describirlos, sean llamados misceláneas: ni libros de cuentos, ni poemarios, ni tratados filosóficos, ni novelas, pero todo eso junto y al mismo tiempo y, lo mejor de todo, con el estilo único de Cortázar.
De esos libros tomamos diez escritos para disfrutar y recordar el mágico talento de este argentino que nació en Bélgica y murió en París, pero que pertenece a la literatura y vuelve a nacer con cada lectura.
A manera de bonus, entre texto y texto, encontrará videos de Cortázar leyéndose a sí mismo. Solo una de esas grabaciones corresponde al escrito inmediatamente anterior: 'No, no y no'.

Patio de tarde

A Toby le gusta ver pasar a la muchacha rubia por el patio. Levanta la cabeza y remueve un poco la cola, pero después se queda muy quieto, siguiendo con los ojos la fina sombra que a su vez va siguiendo a la muchacha rubia por las baldosas del patio. En la habitación hace fresco, y Toby detesta el sol de la siesta; ni siquiera le gusta que la gente ande levantada a esa hora, y la única excepción es la muchacha rubia. Para Toby la muchacha rubia puede hacer lo que se le antoje. Remueve otra vez la cola, satisfecho de haberla visto, y suspira. Es simplemente feliz, la muchacha ha pasado por el patio, él la ha visto un instante, ha seguido con sus grandes ojos avellana la sombra en las baldosas.
Tal vez la muchacha rubia vuelva a pasar. Toby suspira de nuevo, sacude un momento la cabeza como para espantar una mosca, mete el pincel en el tarro y sigue aplicando la cola a la madera terciada.
Tomado de Último round. 
 

Por escrito gallina una

Con lo que pasa es nosotras exaltante. Rápidamente del posesionadas mundo estamos hurra. Era un inofensivo aparentemente cohete lanzado Cañaveral americanos Cabo por los desde. Razones se desconocidas por órbita de la desvió, y probablemente algo al rozar invisible la tierra devolvió a. Cresta nos cayó en la paf, y mutación golpe entramos de. Rápidamente la multiplicar aprendiendo de tabla estamos, dotadas muy literatura para la somos de historia, química menos un poco, desastre ahora hasta deportes, no importa pero: de será gallinas cosmos el, carajo qué.
Tomado de La vuelta al día en ochenta mundos.
 
 

El tesoro de la juventud

Los niños son por naturaleza desagradecidos, cosa comprensible puesto que no hacen más que imitar a sus amantes padres; así los de ahora vuelven de la escuela, aprietan un botón y se sientan a ver el teledrama del día, sin ocurrírseles pensar un solo instante en esa maravilla tecnológica que representa la televisión. Por eso no será inútil insistir ante los párvulos en la historia del progreso científico, aprovechando la primera ocasión favorable, digamos el paso de un estrepitoso avión a reacción, a fin de mostrar a los jóvenes los admirables resultados del esfuerzo humano.
El ejemplo del ‘jet’ es una de las mejores pruebas. Cualquiera sabe, aun sin haber viajado en ellos, lo que representan los aviones modernos: velocidad, silencio en la cabina, estabilidad, radio de acción. Pero la ciencia es por antonomasia una búsqueda sin término, y los ‘jets’ no han tardado en quedar atrás, superados por nuevas y más portentosas muestras del ingenio humano. Con todos sus adelantos, esos aviones tenían numerosas desventajas, hasta el día en que fueron sustituidos por los aviones de hélice. Esta conquista representó un importante progreso, pues al volar a poca velocidad y altura el piloto tenía mayores posibilidades de fijar el rumbo y de efectuar en buenas condiciones de seguridad las maniobras de despegue y aterrizaje. No obstante, los técnicos siguieron trabajando en busca de nuevos medios de comunicación aún más aventajados, y así dieron a conocer con breve intervalo dos descubrimientos capitales: nos referimos a los barcos de vapor y al ferrocarril. Por primera vez, y gracias a ellos, se logró la conquista extraordinaria de viajar al nivel del suelo, con el inapreciable margen de seguridad que ello representaba.
Sigamos paralelamente la evolución de estas técnicas, comenzando por la navegación marítima. El peligro de los incendios, tan frecuente en alta mar, incitó a los ingenieros a encontrar un sistema más seguro: así fueron naciendo la navegación a vela y más tarde (aunque la cronología no es segura) el remo como el medio más aventajado para propulsar las naves.
Este progreso era considerable, pero los naufragios se repetían de tiempo en tiempo por razones diversas, hasta que los adelantos técnicos proporcionaron un método seguro y perfeccionado para desplazarse en el agua. Nos referimos por supuesto a la natación, más allá de la cual no parece haber progreso posible, aunque desde luego la ciencia es pródiga en sorpresas.
Por lo que toca a los ferrocarriles, sus ventajas eran notorias con relación a los aviones, pero a su turno fueron superados por las diligencias, vehículos que no contaminaban el aire con el humo del petróleo o el carbón, y que permitían admirar las bellezas del paisaje y el vigor de los caballos de tiro. La bicicleta, medio de transporte altamente científico, se sitúa históricamente entre la diligencia y el ferrocarril, sin que pueda definirse exactamente el momento de su aparición. Se sabe en cambio, y ello constituye el último eslabón del progreso, que la incomodidad innegable de las diligencias aguzó el ingenio humano a tal punto que no tardó en inventarse un medio de viaje incomparable, el de andar a pie.
Peatones y nadadores constituyen así el coronamiento de la pirámide científica, como cabe comprobar en cualquier playa cuando se ve a los paseantes del malecón que a su vez observan complacidos las evoluciones de los bañistas. Quizá sea por eso que hay tanta gente en las playas, puesto que los progresos de la técnica, aunque ignorados por muchos niños, terminan siendo aclamados por la humanidad entera, sobre todo en la época de las vacaciones pagas.
Tomado de Último round.

Grave problema argentino: Querido amigo, estimado, o el nombre a secas

Usted se reirá, pero es uno de los problemas argentinos más difíciles de resolver. Dado nuestro carácter (problema central que dejamos por esta vez a los sociólogos) el encabezamiento de las cartas plantea dificultades hasta ahora insuperables. Concretamente, cuando un escritor tiene que escribirle a un colega de quien no es amigo personal, y ha de combinar la cortesía con la verdad, ahí empieza el crujir de plumas. Usted es novelista y tiene que escribirle a otro novelista; usted es poeta, e ídem; usted es cuentista. Toma una hermosa hoja de papel, y pone: "Señor Oscar Frumento, Garabato 1787, Buenos Aires." Deja un buen espacio (las cartas ventiladas son las más elegantes) y se dispone a empezar. No tiene ninguna confianza con Frumento; no es amigo de Frumento; él es novelista y usted también; en realidad usted es mejor novelista que él, pero no cabe duda de que él piensa lo contrario. A un señor que es un colega pero no un amigo no se le puede decir: "Querido Frumento." No se le puede decir por la sencilla razón de que usted no lo quiere a Frumento. Ponerle querido es casi lascivo, en todo caso una mentira que Frumento recibirá con una sonrisa tetánica. La gran solución argentina parece ser, en esos casos, escribir: "Estimado Frumento." Es más distante, más objetivo, prueba un sentimiento cordial y un reconocimiento de valores. Pero si usted le escribe a Frumento para anunciarle que por paquete postal le envía su último libro, y en el libro ha puesto una dedicatoria en la que se habla de admiración (es de lo que más se habla en las dedicatorias), ¿cómo lo va a tratar de estimado en la carta? Estimado es un término que rezuma indiferencia, oficina, balance anual, desalojo, ruptura de relaciones, cuenta del gas, cuota del sastre. Usted piensa desesperadamente en una alternativa y no la encuentra; en la Argentina somos queridos o estimados y sanseacabó. Hubo una época (yo era joven y usaba rancho de paja) en que muchas cartas empezaban directamente después del lugar y la fecha; el otro día encontré una, muy amarillita la pobre, y me pareció un monstruo, una abominación. ¿Cómo le vamos a escribir a Frumento sin identificarlo (Frumento) y luego calificarlo (querido/estimado)? Se comprende que el sistema de mensaje directo haya caído en desuso o quede reservado únicamente para esas cartas que empiezan: "Un canalla como usted, etc.", o "Le doy 3 días para abonar el alquiler", cosas así. Más se piensa, menos se ve la posibilidad de una tercera posición entre querido y estimado; de algo hay que tratarlo a Frumento, y lo primero es mucho y lo segundo frigidaire. Variantes como "apreciado" y "distinguido" quedan descartadas por tilingas y cursis. Si uno lo llama "maestro" a Frumento, es capaz de creer que le está tomando el pelo. Por más vueltas que le demos, se vuelve a caer en querido o estimado. Che, ¿no se podría inventar otra cosa? Los argentinos necesitamos que nos desalmidonen un poco, que nos enseñen a escribir con naturalidad: "Pibe Frumento, gracias por tu último libro", o con afecto: "Ñato, qué novela te mandaste", o con distancia pero sinceramente: "Hermano, con las oportunidades que había en la fruticultura", entradas en materia que concilien la veracidad con la llaneza. Pero será difícil, porque todos nosotros somos o estimados o queridos, y así nos va.
Tomado de La vuelta al día en ochenta mundos. 
 

La revolución no es un juego

Joven amigo: ¿Se siente revolucionario? ¿Cree que la hora se acerca para nuestros pueblos?
En ese caso, proceda CON SERIEDAD. La revolución no es un juego. Cese de reír. NO SUEÑE. Sobre todo NO SUEÑE. Soñar no conduce a nada, sólo la reflexión y la seriedad confieren la ponderación necesaria para las acciones duraderas. Niéguese al delirio, a los ideales, a lo imposible. Nadie baja de una sierra con diez machetes locos para acabar con un ejército bien armado: no se deje engañar por informaciones tergiversadas, no le haga caso a Lenin. La revolución será fruto de estudios documentados y de una larga paciencia. SEA SERIO. MATE LOS SUEÑOS. SEA SERIO. MATE LOS SUEÑOS. SEA SERIO. MATE LOS SUEÑOS.
Tomado de Último round. 
 

Para hacer bailar a una muchacha en camisa

Tómese mejorana silvestre, orégano puro, tomillo silvestre, verbena, hojas de mirto junto con tres hojas de nogal y tres tallos pequeños de hinojo, todo lo cual será recogido la noche de San Juan en el mes de junio y antes de que salga el sol. Deberán secarse a la sombra, molerlas y pasarlas por un fino tamiz de seda, y cuando se quiera llevar a cabo este agradable juego, se soplará el polvo en el aire allí donde esté la muchacha para que lo respire, o se le hará tomar como si fuera polvo de tabaco, el efecto se manifestará de inmediato. Un famoso autor agrega que el efecto será tanto más infalible si esta traviesa experiencia se lleva a cabo en un lugar donde ardan lámparas alimentadas con grasa de liebre y de macho cabrío joven.
Tomado La vuelta al día en ochenta mundos.
 
 

No, no y no

El señor Silicoso está completamente loco si se imagina que voy a darle una hormiga. Por el momento no pide más que una, creyendo que va a convencerme con su modestia, pero al principio (el 22 de noviembre por la tarde) pedía mucho más, quería cantidad de hormigueros, legiones de hormigas, prácticamente todas las hormigas. Está loco. No solamente no voy a darle la hormiga sino que tengo la intención de pasearme delante de su casa llevándola conmigo para hacerlo rabiar. Procederé de la manera siguiente: Primero me pondré mi corbata amarilla, y después de haber elegido la más esbelta y vivaz de mis hormigas, la soltaré para que se pasee por mi corbata. Habrá así un doble paseo, en el que yo iré y vendré frente a la casa del señor Silicoso y mi hormiga irá y vendrá por mi corbata. ¿He dicho un doble paseo? Más bien una apertura infinita de paseos en espiral, pues si bien la hormiga se pasea por mi corbata, mi corbata se pasea conmigo, la tierra me pasea en torno de la eclíptica, ésta se pasea a lo largo de la galaxia, que se pasea en torno de la estrella Beta del Centauro, y en ese mismo momento el señor Silicoso, que cree estar inmóvil, se asomará al balcón a tiempo para ver a mi hormiga perfectamente dibujada con todas sus patas y sus antenas sobre mi corbata amarilla que le parecerá, pobre hombre, una espada flamígera. Entonces empezará a soltar por boca y nariz una baba semejante al macramé, y su esposa e hijas acudirán para hacerle respirar sales y tenderlo en el canapé del salón. Salón que conozco demasiado bien, después de tantas veladas que he pasado bebiendo té casi frío junto a esa familia ávida de insectos.
Tomado de Último round.

La hoguera arde una

Fue el primero en acusarme de
Sin pruebas y quizá doliéndole, pero había los que
Y se sabe en un pueblo perdido entre
El tiempo pesa inmóvil y sólo cada
Gentes que viven de telarañas, de lentas
Acaso tienen corazón pero cuando hablan es
¿De qué podía acusarme si solamente habíamos
Imposible que el mero despecho, después de aquella
(Tal vez la luna llena, la noche en que me llevó hasta
Morder en el amor no es tan extraño cuando se ha
Yo había gemido, sí, y en algún momento pude
Después no hablamos de eso, él parecía orgulloso de
Siempre parecen orgullosos si gemimos, pero entonces
¿Qué memoria diferente tendrá el odio que sigue al
Porque en esas noches nos queríamos más que si
Bajo la luna en las arenas enredados y oliendo a
(Lo habré mordido, sí, morder en el amor no es tan
Nunca me dijo nada, sólo atento a
Me perfumaba los senos con las yerbas que mi madre
Y él, la alegría del tabaco en la barba, y tanta
Nunca llovió cuando bajábamos al río, pero a veces
Un pañuelo blanco y negro, me lo pasaba despacio mientras
Nos llamábamos con nombres de animales dulces, de árboles que echan
No había fin para ese interminable comienzo de cada
(Lo habré mordido mientras él clavado en mí me
Siempre en algún momento se mezclaban nuestras voces si
Podría haber durado como el cielo verde y duro encima de mis
¿Por qué, si abrazados sosteníamos el mundo contra
Hasta una noche, lo recuerdo como un clavo en la boca, en que sentí
Oh la luna en su cara, esa muerta caricia sobre una piel que antes
¿Por qué se tambaleaba, por qué su cuerpo se vencía como sí
-¿Estás enfermo? Tiéndete al abrigo, deja que te
Lo sentía temblar como de miedo o bruma y cuando me miró
Mis manos lo tejían otra vez buscando ese latido, ese tambor caliente y
Hasta el alba fui sombra fiel, y esperé que de nuevo
Pero vino otra luna y nos tocamos y comprendí que ya
Y él temblaba de cólera y me arrancó la blusa como
Lo ayudé, fui su perra, lamí el látigo esperando
Mentí el grito y el llanto como si de verdad su carne me
(No lo mordí ya más pero gemía y suplicaba para darle la
Pudo creer todavía, se alzó con la sonrisa del comienzo, cuando
Pero en la despedida tropezó y lo vi volverse, todo mueca y
Sola en mi casa esperé abrazada a mis rodillas hasta
El primero en acusarme fue
(Lo habré mordido, morder en el amor no es
Ahora ya sé que cuando llegue la mañana en que me
Le faltará valor para acercar la antorcha a los
Lo hará otro por él mientras desde su casa
La ventana entornada que da sobre la plaza donde
Miraré hasta el final esa ventana mientras
Lo morderé hasta el fin, morder en el amor no es tan.
Tomado de La vuelta al día en ochenta mundos.

Toda esfera es un cubo

Desde luego el primer problema es como siempre mi tía. Decirle que toda esfera es un cubo y verla competir cutáneamente con una espinaca es todo uno. Se queda parada en la puerta, apoyada en la escoba, y me mira con ojos en los que adivino las ganas que tiene de escupirme. Después se va y barre el patio pero sin cantar los boleros que son la alegría de nuestra casa por la mañana.
La segunda dificultad está en la esfera misma. Apenas la coloco rotundamente sobre un plano inclinado, donde cualquier cubo se quedaría impertérrito, esta desgraciada saca todas las patitas y se tira al suelo como un relámpago, sin contar que además sigue viaje hasta abajo del ropero donde las pelusas, por rara coincidencia, están siempre reunidas en apretado número. Sacarla de ahí es una perfecta porquería, tengo que arremangarme y además soy alérgico a las pelusas y me pongo a estornudar de tal manera que grandes torbellinos de pelusas salen junto al cubo y me llevan directamente a la crisis asmática, tengo que faltar a la oficina, el señor Rosenthal amenaza con descontarme un día de sueldo, mi padre saca a relucir las noches que pasaba a la intemperie cuando la expedición al desierto, y mi tía acaba siempre por llevarse la esfera y ponerla donde la familia opina que debe estar, es decir en el estante del líving entre las obras del doctor Cronin y el pajarito embalsamado que fue de mi hermanito el que cerró los ojos en la primera infancia.
Mi padre me ha preguntado ya dos veces por qué me obstino en esas tonterías, y no me he dignado contestarle porque tanta pasividad me descorazona. ¿Será posible que todo el mundo acepte que esa bola maldita se dé el gusto de imponer su voluntad? Una vez más lucharé contra la esfera que es, lo sé, un cubo; la pondré en un plano inclinado, mi tía pasará a la espinaca, el ciclo de siempre, las pelusas. Entonces yo esperaré a curarme de la crisis asmática y después pondré el cubo en un plano inclinado, porque es ahí donde tiene que quedarse y no en el estante del líving al lado del pajarito.
Tomado de Último round.
 

Sobre la solución de las controversias

Si un gobierno declara ininteligible a un almirante pasarán cosas extrañas en el país, porque nunca se ha sabido que a un almirante le agrade ser declarado ininteligible y todavía menos que un gobierno civil haya declarado ininteligible a un almirante.
Si a pesar de eso el gobierno lo declara, sucederá que el almirante declarado telefoneará a otros almirantes y en algún lugar del buque insignia habrá una reunión secreta donde numerosas condecoraciones y charreteras se agitarán convulsionadas, tratando de poner en claro cosas tales como el significado de la ininteligibilidad, por qué se declara ininteligible a un almirante y, en caso de que la declaración tenga algún fundamento, cómo puede ser que el almirante declarado haya procedido ininteligiblemente hasta el punto de que lo declaren, y así sucesivamente.
Lo más probable es que los almirantes inteligibles se solidaricen con el declarado, en la medida en que la susodicha declaración afecta el buen nombre y honor de un colega que a lo largo de su digna carrera no ha dado jamás el menor motivo para que lo declaren. En consecuencia, si se acata la declaración del gobierno se navega a toda máquina hacia la anarquía y el retiro forzoso, por lo cual frente a la gravedad de los hechos sólo cabe una respuesta solidaria: concentrar la escuadra en la rada y bombardear la casa de gobierno, que un arquitecto insensato ha puesto prácticamente al borde del agua con las consiguientes ventajas balísticas.
Sin embargo, no es posible desechar la posibilidad de que los almirantes, conscientes del hecho de que el gobierno responderá a tan legítima actitud con el bajo recurso consistente en movilizar el ejército y a la aviación so pretexto de que en el bombardeo han perecido varios miles de ciudadanos, decidan finalmente persuadir al almirante declarado para que demuestre públicamente que la declaración carece de todo fundamento. A tal fin, después de ponderadas deliberaciones, convencerán al almirante de que debe escupir sin más dilación el chewing-gum que se obstina en chupar y soplar desde las últimas navidades y, en caso de que el almirante declarado arguya que aprecia demasiado su chewing-gum como para escupirlo, lo acorralarán en un extremo de la cabina y le apretarán la nariz hasta que abra la boca, momento en que el dentista de a bordo le extraerá el chewing-gum con la pinza que siempre tienen los dentistas navales para casos parecidos.

Cumplida esta etapa tan amarga cuanto necesaria, los almirantes comunicarán rotunda y telefónicamente al gobierno que el declarado no sólo no ha sido nunca ininteligible sino que su inteligibilidad es orgullo y alegría del almirantazgo, razón por la cual en un plazo de veinticuatro horas deberá revocarse la declaración so pena de graves represalias. El gobierno se manifestará sorprendido por tan adusta decisión y reclamará las pruebas pertinentes, ocasión en la cual el almirante declarado hará oír su voz por teléfono y el gobierno tendrá amplia oportunidad de percatarse de que es un almirante perfectamente inteligible y que la declaración carece ya de todo fundamento, terminando el episodio con un intercambio de frases festivas y promesas recíprocas de lealtad y patriotismo.
Como prueba complementaria y decorativa, se enviará al gobierno por correo certificado una cajita de plexiglás en la cual se habrá acondionado el chewing-gum, cuidando de no romper la última burbuja producida por el almirante puesto que le da un aire parecido al de una perla y ya se sabe que los almirantes y sus esposas tienen el más alto respeto por estas excrecencias que simbolizan el mar, aparte de que cuando son auténticas cuestan horrores. 
 Tomado de La vuelta al día en ochenta mundos